En la sección de Cultura de El País de hoy (21/7/06) se reseña un documental dirigido por Ariadna Pujol (en la foto) sobre la experiencia migratoria en Aguaviva. Desde el ayuntamiento de este municipio del Bajo Aragón y gobernado por el Partido Popular se trató de impulsar la llegada de inmigrantes para frenar el retroceso demográfico, aunque con un sesgo un tanto racista, ya que el llamamiento iba dirigido en un principio a argentinos, y luego se extendió a latinos y europeos del este, pero en ningún caso a magrebíes y subsaharianos. Su alcalde llegó a comparecer en dos ocasiones en la Comisión de Peticiones y DDHH a petición propia, a finales de la pasada legislatura y a comienzos de esta. La última fue bastante polémica por las discrepancias que manifestamos algunos grupos por la orientación de sus planteamientos, aunque en apariencia el proyecto parecía interesante. El documental según dice la crónica publicada "pone al descubierto, con contundencia, la sima abierta entre los aguavivanos y "los forasteros". "Comparten un espacio común y, sin embargo, no hay integración", comenta la directora".
El reto de integrar a la inmigración en el medio rural no ha sido tratado desde ninguna administración con suficiente rigor. En un país tan desvertebrado como Aragón sería necesario investigar fórmulas específicas para incentivar el asentamiento de la población inmigrante en nuestras comarcas, o al menos para favorecer la convivencia y la acogida en los lugares donde de hecho se está dando, mientras tanto los municipios como los inmigrantes van improvisando.
Ariadna Pujol retrata el efecto de la inmigración en un pueblo de Teruel
La directora dedicó cuatro años a realizar el documental 'Aguaviva'
TERESA CENDRÓS - Barcelona
Cuando hace unos cinco años a Ariadna Pujol (Barcelona, 1977) le propusieron dirigir un documental sobre la transformación de un pequeño pueblo de la provincia de Teruel, Aguaviva, por la llegada de decenas de inmigrantes que habían respondido a la llamada del alcalde para detener la pertinaz despoblación, esta joven licenciada en cine no tenía ni idea de hasta qué punto la experiencia le iba a cambiar la vida. Durante los cuatro años siguientes viajó frecuentemente a Aguaviva, conversó con su gente, entró en sus casas y compartió su intimidad. Tanto que, como ella misma dice, acabó haciéndose "invisible". Esta invisibilidad le permitió, a través de su cámara, "reflejar la cotidianidad" de los vecinos -los nacidos allí y los recién llegados- y, sobre todo, descubrir que las cosas no eran como las había imaginado al iniciar el proyecto.
"Mi intención era retratar la convivencia entre la gente del pueblo y los inmigrantes, pero enseguida comprobé que no iba a ser posible, sencillamente porque la relación entre esos dos mundos no se producía de forma fluida ni espontánea", explica la documentalista. Tan pronto como se dio cuenta de ello, Ariadna Pujol optó por filmar el paso del tiempo y, en definitiva, la vida en el pueblo. Así que rodó "detalles del día a día" que le dieran "pistas" para componer el mosaico de historias y emociones que ha acabado siendo Aguaviva.
El documental pone al descubierto, con sutileza pero también con contundencia, la sima abierta entre los aguavivanos y "los forasteros". "Comparten un espacio común y, sin embargo, no hay integración", comenta la directora, formada, al igual que Isaki Lacuesta y Mercedes Álvarez, en la fértil escuela del máster de documental de creación de la Universidad Pompeu Fabra. Al final, Ariadna Pujol ha terminado hablando en el documental no sólo de la inmigración y de sus efectos en un entorno rural, sino de otros asuntos que se le colaron por el objetivo: la vejez, la soledad, la incomunicación, el desarraigo... "Aguaviva ha recibido un gran regalo: la realidad".
Si algo ha preocupado a la cineasta en el proceso de montaje del ingente material rodado ha sido "no traicionar" a los protagonistas. "Cuando tienes entre manos un material tan delicado, sientes que estás absorbiendo a los personajes, a los que te une un vínculo emocional, y te surge la duda moral de cómo presentarlo para no resultar ni impúdica ni complaciente". Un dilema que está convencida de haber sabido resolver.
CRÍTICA
Realidad y paciencia
M. TORREIRO
La noticia se conoció en el año 2000. Entonces, el alcalde de un pueblo de la provincia de Teruel, Aguaviva, preocupado por la despoblación de su entorno, ofrecía públicas ventajas a quienes quisieran instalarse en el pueblo y enraizar en él. Pronto llegaron las primeras aceptaciones: chilenos, uruguayos, argentinos y rumanos se ofrecían a vivir en un lugar para ellos perfectamente desconocido. Tres años después, una joven recién licenciada, Ariadna Pujol, que ya había asombrado en festivales con su primer mediometraje documental, Tiurana (2002), una seca, concisa narración sobre los días finales del pueblo del título, amenazado por un pantano, aceptó el desafío de ver cómo había resultado la instalación de esos extranjeros en Aguaviva.
Y el resultado está aquí: un documental construido con paciencia, cuyo rodaje se extendió a lo largo de más de un año y en el que quedan reflejadas todas las contradicciones lógicas que el ofrecimiento del alcalde trajo aparejadas. Porque quienes emigran, lo descubrió E. P. Thompson hace ya muchos años en su modélico ensayo sobre la revolución industrial inglesa, no son contenedores vacíos, sino personas que viajan con su cultura, sus rituales, sus miedos; y cuando interactúan con los lugareños, lo que resulta es algo muy diferente a lo pensado.
La cámara de Pujol, siempre en un muy sutil, equilibrado medio camino entre la observación y la toma de posición, documenta el fenómeno con rotundidad. Y el resultado es una verdadera radiografía social, ajena tanto a la nostalgia por un mundo perdido (a la manera, para entendernos, del por otra parte espléndido El cielo gira, de Mercedes Álvarez) como a cualquier tentación maniquea.
Aquí, los personajes se expresan sin tapujos, dejan perfectamente al descubierto las actitudes de rechazo que sufren. Eso es lo que debería ser cualquier buen documental que se precie: una mirada limpia y atenta sobre un fenómeno que escapa a las portadas de los grandes medios, pero que nos refleja, como sociedad, mucho mejor que tantos diagnósticos académicos.
AGUAVIVA
Dirección: Ariadna Pujol. Intérpretes: actores no profesionales. Género: documental sociológico. España, 2005. Duración: 95 minutos.